Como ya nos hizo ver nuestro compañero Miguel en su noticia El sueño de los tubos de escape , el hidrógeno puede venir a resolver muchos de los problemas del futuro en nuestro planeta.Queremos presentarles un resumen de lo publicado en el Reino Unido al respecto y que lo edita la revista en línea “Hydrogen NOW”. Promover la Importancia de las Tecnologías basadas en Hidrógeno Desarrollar tecnologías con el hidrógeno permitirá que los recursos renovables y los tradicionales se utilicen para lograr una mayor reducción de las emisiones totales a la atmósfera. En Dinamarca y en Suecia ya se está aplicando esto y podemos verlo en las fotografías que les presentamos.
Conjunto de molinos de viento Bockstigen-Valar en las afueras de Gotland en Suecia. Pulsa aquí para agrandar.¡Hydrogen NOW! Es el nombre de la renovada campaña con la cual esperamos que se nos unan para obtener el reconocimiento y desarrollo de la tecnología del hidrógeno por parte del gobierno del Reino Unido como una clave esencial al desarrollo en gran escala de provisiones renovables de energía. Las tecnologías del hidrógeno mejorarán de igual forma la eficiencia de las fuentes de energía de uso tradicional y de esta manera producirán más energía para la misma cantidad de emisión de CO2 a la atmósfera. La publicación en línea de Hydrogen NOW, será de manera regular y cada edición contendrá artículos de apoyo para la urgencia de una campaña para la reducción de las emisiones de CO2 y para que se reconozca la importancia de las tecnologías del hidrógeno. Cada edición se archivará con un índice en la edición correspondiente. Esperamos que los artículos publicados no se tomen como una predicción pesimista de desgracias si no que se tome como un recordatorio de que debemos de disminuir las emisiones de CO2 a la atmósfera. En los próximos meses se publicarán una serie de artículos en Hydrogen NOW!, que presentarán los últimos descubrimientos de investigación demostrando el poco tiempo que nos queda para controlar el CO2. El clima mundial está en peligro y debemos tratar de hacer todo lo posible para disminuir las emisiones de CO2 antes de llegar al medio siglo. Nos encontramos ya atascados con un calentamiento global, solo puede empeorar en el futuro a menos que actuemos rápidamente y a una escala más ambiciosa. Al presente estamos haciendo muy poco, no hagamos que muy poco, se convierta en muy tarde. Los gobiernos mundiales no se están movilizando con la suficiente rapidez en la reducción de las emisiones de CO2 porque sus pensamientos están fundamentados en la idea de que el calentamiento global y sus efectos asociados son un fenómeno linear. Parece ser que piensan que el calentamiento global va a crecer pausada y gradualmente y de que ya habrá tiempo para hacer lo necesario en las formas tradicionales para conservar los intereses y necesidades de los negocios de una manera gradual. Ellos piensan que ya habrá tiempo, pero las cosas pueden no salir como piensan y pueden acabar de una manera peor. A pesar de la creciente evidencia de un calentamiento global y de un cambio del clima, continua existiendo una falta de urgencia política al respecto de reducir las emisiones de CO2. El gobierno inglés continúa relegando la importancia del hidrógeno hasta más allá del 2025 y no apoya adecuadamente el desarrollo de las fuentes alternas de energía.
Por qué son tan importantes las tecnologías del hidrógeno?Las tecnologías del hidrógeno permitirán tener varias fuentes de electricidad renovables, como la energía eólica independiente de la red Nacional eléctrica que se requiere para proveer suministros. Esto es gracias a que el hidrógeno obtenido por la electrolización del agua puede almacenarse y tiene un valor agregado como combustible para vehículos.
Detalle de Tunø Knob, Dinamarca. Pulsa aquí para agrandar.Usar hidrógeno entubado como gas o mediante grandes barcazas con tanques para su almacenamiento líquido, facilitarían la transferencia a gran escala de energía al R.U. (Reino Unido), desde áreas de bajo costo hidroeléctrico y otros métodos libres de CO2 para la generación de electricidad alrededor del mundo, como pueden ser las instalaciones fotovoltaicas en el Sur de Europa o Norte de África. La tecnología del hidrógeno es la clave para el desarrollo de celdas de combustible que funcionan con gas natural para la combinación de los sistemas de calor doméstico y los sistemas de energía y para la generación de la distribución de electricidad. Las técnicas del hidrógeno pueden reemplazar las ineficientes técnicas tradicionales de combustión que desperdician hasta las 2 / 3 partes del combustible utilizado. El hidrógeno podría hacer viables las plantas de energía nuclear en áreas remotas y seguras. La energía nuclear tiene una demanda constante las 24 horas del día, de modo que la producción de hidrógeno sería una aplicación natural para la energía nuclear. En suma, la tecnología del hidrógeno haría posible lo siguiente: 1)El suministro de energía renovable tendría acceso al mercado del combustible para vehículos y además sería menos dependiente de la Red Nacional eléctrica. 2)Podrían moverse alrededor del mundo grandes cantidades de energía de manera económica y eficiente. 3)La recuperación de la energía a partir del gas natural podría mejorarse hasta en un 50%. 4) El calor y la energía domésticas a pequeña escala y la generación de electricidad distribuida estarían disponibles. 5) Las provisiones de energía mundial podrían ser liberadas de la dependencia del monopolio de los combustibles fósiles. 6) Los sistemas de suministro de energía podrían reducirse a escala de poder cubrir las necesidades locales. 7) No habría limitaciones ambientales sobre la cantidad de energía que podría utilizarse y esto sería muy importante para justificar la cantidad de energía necesaria para el intenso reciclado de materiales. Solamente aumentando la eficiencia del uso de la energía y cambiando a combustibles no procedentes del carbón se podrán alcanzar reducciones significativas en las emisiones del CO2. El Hidrógeno y las renovables deben desarrollarse conjuntamente. Si retrasamos el desarrollo de las tecnologías del hidrógeno entonces también estaremos retrasando las tecnologías de la energía renovable que se requieren para suprimir las emisiones de CO2. Las dos áreas de tecnología se complementan y se apoyan mutuamente.
http://www.astroseti.org/vernew.php?codigo=1141
domingo, 22 de abril de 2007
EE.UU. y la economía hidrógeno.
Los EE.UU. se preparan para la economía del hidrógeno
El mes pasado, en El sueño de los tubos de escape leíamos lo que están haciendo los ingleses para preparar la llegada del hidrógeno a sus economías. ¿Y los estadounidenses? ¿Qué medidas están tomando?
El alza en los precios de los carburantes dispara el interés en el hidrógeno POR DOUG TSURUOKA INVESTOR'S BUSINESS DAILY El tema del hidrógeno está candente – y mientras que los precios del petróleo y las emisiones de gases invernadero sigan al alza, el interés en él solo puede subir. Considere estos datos:
• El presidente Bush distribuyó el año pasado fondos por importe de 1.200 millones de dólares USA en el desarrollo de tecnologías del hidrógeno aplicadas a la automoción.
• Cada uno de los fabricantes de automóviles gastan alrededor de 100 millones de dólares USA anuales de media en la investigación de combustibles de hidrógeno.
• El gobernador de California Arnold Schwarzenegger está impulsando un plan para crear una “Autopista del hidrógeno” en el estado para el año 2010.
Esto es lo que pasa cuando manejas un producto que puede reducir la dependencia del petróleo y el calentamiento global. El gas hidrógeno, generado a partir de agua y luz solar, puede emplearse para generar electricidad. El principal inconveniente radica en la dificultad de su empleo. La industria se esfuerza en perfeccionar una pila de combustible – especie de batería de coche – que pueda usarse para liberar la energía del hidrógeno. Y están consiguiendo algunos logros. “La punta del iceberg de la Economía del Hidrógeno ya está aquí”, comentó Walter Shroeder, presidente de DES (Sistemas Energéticos Distribuidos), pequeña compañía que vende productos comerciales de hidrógeno. El Coche del millón de dólares Pasará algo de tiempo antes de que el hidrógeno se convierta en la corriente dominante. Los expertos en la materia no creen que se empiecen a construir en serie coches accionados por hidrógeno hasta el 2015, más o menos. Hoy en día se fabrican ya prototipos, pero si se pusiesen a la venta el coste podría ser “aproximadamente de 1 millón de dólares”, comentó Schroeder. Por otro lado, algunos ejecutivos de la industria creen que en tres años las baterías basadas en pilas de combustible de hidrógeno podrían ser de uso común en el suministro de energía a las antenas de telefonía móvil. Investigadores australianos y norteamericanos dicen que contarán con paneles solares u otros dispositivos comerciales en menos de 7 años, y que de este modo conseguirán crear pilas de hidrógeno más baratas a partir del agua y la energía solar. Hoy en día el hidrógeno se emplea para refrigerar – aunque no para accionar – los generadores de energía eléctrica. El hidrógeno es el más ligero de todos los elementos conocidos y posee una conductividad térmica muy alta. Eso le convierte en un buen refrigerante en las turbinas eléctricas. Ayuda a disminuir la fricción térmica y a reducir el consumo de combustible, lo cual redunda en un ahorro de costes en las instalaciones que emplean este producto. La empresa de Schroeder (DESC) con base en Wallingford, Connecticut, produce y vende el Hogen, un generador interno de hidrógeno que enfría las turbinas eléctricas. Estos dispositivos, que tienen forma de frigorífico, son fabricados por Sistemas Energéticos Proton (SEP), una división de DES. DES cree que el sistema Hogen ahorra entre 100.000 y 500.000 dólares USA anuales por turbina en gastos operativos La mayoría de las plantas eléctricas poseen tres o cuatro turbinas. “Se obtienen más kilowatios hora de cada generador con el mismo suministro de combustible”, comenta Mark Murray, presidente de SEP. Un Hogen cuesta entre 60.000 y 150.000 dólares USA, dependiendo de su capacidad. Ya hay en uso más de 500 unidades, ubicados principalmente en plantas industriales e instalaciones públicas repartidas a lo largo de 46 países. DES desarrolla también pilas de combustible de hidrógeno para antenas de telefonía móvil. Debido al auge en el empleo de los teléfonos móviles, también crece la demanda de sistemas eléctricos de emergencia que puedan mantener activas las antenas cuando se sufren cortes en la red eléctrica. Aún cuando el uso inicial del hidrógeno sea el de sistemas de respaldo – remplazando las baterías de ácido, propensas a la erosión y a los daños provocados por el calor y los insectos – las firmas de telecomunicaciones creen que pronto se convertirá en la principal fuente de energía. Schroeder dice que DES podría hacer que eso fuese posible en 3 o 5 años. “Las pilas de hidrógeno pueden también generar energía y almacenarla hasta que sea necesario su empleo en una emergencia”, añade. La empresa DES, fundada en 1996, no es rentable aún, pero ya está muy cerca. En el primer trimestre del año las pérdidas en su cotización disminuyeron a solo 13 céntimos, comparado con los 19 céntimos del último trimestre del año pasado. Los ingresos saltaron desde 1,95 hasta 9,54 millones de dólares USA. Hidrógeno Solar Christopher Sorrel es otro pionero del hidrógeno. Sorrel dirige el Centro para Materiales y Conversión de Energía de la universidad australiana de Gales del Sur. Sorrel, al que no hemos podido contactar, espera que, en siete años, podrá contar con un panel solar comercial capaz de generar hidrógeno barato a partir de luz solar y agua. Al proceso se le conoce como hidrógeno solar. El concepto de este panel solar se basa en una cerámica compuesta por dióxido de titanio, posiblemente un elemento clave en la apertura del hidrógeno como fuente de energía. Este tipo de generadores de hidrógeno podrían crear la electricidad que activase las fábricas, y ser además usado para llenar los depósitos de los coches. Para cambiar a una economía del hidrógeno es crucial que seamos capaces de producir y manejar el hidrógeno de forma más barata, logrando productos más comerciales. Los métodos actuales de generación de hidrógeno se basan en el empleo de la electrolisis del agua o en el “exprimido” de combustibles fósiles tales como el gas natural. Estos procesos son tediosos y caros. Es difícil contener y manejar el hidrógeno. Este gas hace que los metales, como el acero, se tornen quebradizos y se filtra fácilmente a través de grietas diminutas. Por esto es complicado usarlo en pilas de combustible o cualquier otro dispositivo. Y los gastos de producción del equivalente en hidrógeno a un galón de gasolina son de 7 dólares USA. Pero ese precio tan alto podría bajar. El plan de Schwarzenegger para California incluye la construcción de una red de estaciones de servicio de hidrógeno a lo largo de las principales autopistas estatales, lo cual acelerará la adopción de los coches activados por pilas de combustible. Además, ha asegurado 50 millones de dólares USA en fondos de investigación del DOE (Ministerio de Energía) y está trabajando para que las empresas del estado aporten (a regañadientes) 225 millones de dólares USA para colaborar con las agencias gubernamentales en esta tarea.
http://www.astroseti.org/vernew.php?codigo=1241
El mes pasado, en El sueño de los tubos de escape leíamos lo que están haciendo los ingleses para preparar la llegada del hidrógeno a sus economías. ¿Y los estadounidenses? ¿Qué medidas están tomando?
El alza en los precios de los carburantes dispara el interés en el hidrógeno POR DOUG TSURUOKA INVESTOR'S BUSINESS DAILY El tema del hidrógeno está candente – y mientras que los precios del petróleo y las emisiones de gases invernadero sigan al alza, el interés en él solo puede subir. Considere estos datos:
• El presidente Bush distribuyó el año pasado fondos por importe de 1.200 millones de dólares USA en el desarrollo de tecnologías del hidrógeno aplicadas a la automoción.
• Cada uno de los fabricantes de automóviles gastan alrededor de 100 millones de dólares USA anuales de media en la investigación de combustibles de hidrógeno.
• El gobernador de California Arnold Schwarzenegger está impulsando un plan para crear una “Autopista del hidrógeno” en el estado para el año 2010.
Esto es lo que pasa cuando manejas un producto que puede reducir la dependencia del petróleo y el calentamiento global. El gas hidrógeno, generado a partir de agua y luz solar, puede emplearse para generar electricidad. El principal inconveniente radica en la dificultad de su empleo. La industria se esfuerza en perfeccionar una pila de combustible – especie de batería de coche – que pueda usarse para liberar la energía del hidrógeno. Y están consiguiendo algunos logros. “La punta del iceberg de la Economía del Hidrógeno ya está aquí”, comentó Walter Shroeder, presidente de DES (Sistemas Energéticos Distribuidos), pequeña compañía que vende productos comerciales de hidrógeno. El Coche del millón de dólares Pasará algo de tiempo antes de que el hidrógeno se convierta en la corriente dominante. Los expertos en la materia no creen que se empiecen a construir en serie coches accionados por hidrógeno hasta el 2015, más o menos. Hoy en día se fabrican ya prototipos, pero si se pusiesen a la venta el coste podría ser “aproximadamente de 1 millón de dólares”, comentó Schroeder. Por otro lado, algunos ejecutivos de la industria creen que en tres años las baterías basadas en pilas de combustible de hidrógeno podrían ser de uso común en el suministro de energía a las antenas de telefonía móvil. Investigadores australianos y norteamericanos dicen que contarán con paneles solares u otros dispositivos comerciales en menos de 7 años, y que de este modo conseguirán crear pilas de hidrógeno más baratas a partir del agua y la energía solar. Hoy en día el hidrógeno se emplea para refrigerar – aunque no para accionar – los generadores de energía eléctrica. El hidrógeno es el más ligero de todos los elementos conocidos y posee una conductividad térmica muy alta. Eso le convierte en un buen refrigerante en las turbinas eléctricas. Ayuda a disminuir la fricción térmica y a reducir el consumo de combustible, lo cual redunda en un ahorro de costes en las instalaciones que emplean este producto. La empresa de Schroeder (DESC) con base en Wallingford, Connecticut, produce y vende el Hogen, un generador interno de hidrógeno que enfría las turbinas eléctricas. Estos dispositivos, que tienen forma de frigorífico, son fabricados por Sistemas Energéticos Proton (SEP), una división de DES. DES cree que el sistema Hogen ahorra entre 100.000 y 500.000 dólares USA anuales por turbina en gastos operativos La mayoría de las plantas eléctricas poseen tres o cuatro turbinas. “Se obtienen más kilowatios hora de cada generador con el mismo suministro de combustible”, comenta Mark Murray, presidente de SEP. Un Hogen cuesta entre 60.000 y 150.000 dólares USA, dependiendo de su capacidad. Ya hay en uso más de 500 unidades, ubicados principalmente en plantas industriales e instalaciones públicas repartidas a lo largo de 46 países. DES desarrolla también pilas de combustible de hidrógeno para antenas de telefonía móvil. Debido al auge en el empleo de los teléfonos móviles, también crece la demanda de sistemas eléctricos de emergencia que puedan mantener activas las antenas cuando se sufren cortes en la red eléctrica. Aún cuando el uso inicial del hidrógeno sea el de sistemas de respaldo – remplazando las baterías de ácido, propensas a la erosión y a los daños provocados por el calor y los insectos – las firmas de telecomunicaciones creen que pronto se convertirá en la principal fuente de energía. Schroeder dice que DES podría hacer que eso fuese posible en 3 o 5 años. “Las pilas de hidrógeno pueden también generar energía y almacenarla hasta que sea necesario su empleo en una emergencia”, añade. La empresa DES, fundada en 1996, no es rentable aún, pero ya está muy cerca. En el primer trimestre del año las pérdidas en su cotización disminuyeron a solo 13 céntimos, comparado con los 19 céntimos del último trimestre del año pasado. Los ingresos saltaron desde 1,95 hasta 9,54 millones de dólares USA. Hidrógeno Solar Christopher Sorrel es otro pionero del hidrógeno. Sorrel dirige el Centro para Materiales y Conversión de Energía de la universidad australiana de Gales del Sur. Sorrel, al que no hemos podido contactar, espera que, en siete años, podrá contar con un panel solar comercial capaz de generar hidrógeno barato a partir de luz solar y agua. Al proceso se le conoce como hidrógeno solar. El concepto de este panel solar se basa en una cerámica compuesta por dióxido de titanio, posiblemente un elemento clave en la apertura del hidrógeno como fuente de energía. Este tipo de generadores de hidrógeno podrían crear la electricidad que activase las fábricas, y ser además usado para llenar los depósitos de los coches. Para cambiar a una economía del hidrógeno es crucial que seamos capaces de producir y manejar el hidrógeno de forma más barata, logrando productos más comerciales. Los métodos actuales de generación de hidrógeno se basan en el empleo de la electrolisis del agua o en el “exprimido” de combustibles fósiles tales como el gas natural. Estos procesos son tediosos y caros. Es difícil contener y manejar el hidrógeno. Este gas hace que los metales, como el acero, se tornen quebradizos y se filtra fácilmente a través de grietas diminutas. Por esto es complicado usarlo en pilas de combustible o cualquier otro dispositivo. Y los gastos de producción del equivalente en hidrógeno a un galón de gasolina son de 7 dólares USA. Pero ese precio tan alto podría bajar. El plan de Schwarzenegger para California incluye la construcción de una red de estaciones de servicio de hidrógeno a lo largo de las principales autopistas estatales, lo cual acelerará la adopción de los coches activados por pilas de combustible. Además, ha asegurado 50 millones de dólares USA en fondos de investigación del DOE (Ministerio de Energía) y está trabajando para que las empresas del estado aporten (a regañadientes) 225 millones de dólares USA para colaborar con las agencias gubernamentales en esta tarea.
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Economía del Hidrógeno.
A lo largo de la historia de la humanidad, las diversas civilizaciones han tenido maneras de resolver sus asuntos energéticos, lo cual les ha permitido el uso, agotamiento y sustitución de sus recursos, no sin el peligro de perecer en dicho proceso. Rifkin nos llama la atención sobre este tema desde los albores mismos de la civilización hasta el presente, señalando en el tema del agotamiento de los recursos, que nuestra civilización se encuentra abocada a la mayor crisis en todo su modo de vida. No hay que olvidar que... "Calentamos nuestras casas y oficinas con combustibles fósiles, mantenemos nuestras fábricas y nuestros sistemas de transporte con combustibles fósiles, iluminamos nuestras ciudades y nos comunicamos a distancia con electricidad generada a partir de combustibles fósiles, construimos nuestros edificios con materiales hechos con combustibles fósiles, tratamos nuestras enfermedades con medicamentos derivados de combustibles fósiles, almacenamos nuestros excedentes en contenedores de plástico y embalajes hechos de combustibles fósiles y manufacturamos nuestras ropas y aparatos domésticos con la ayuda de nuestros productos petroquímicos. Prácticamente todos los aspectos de nuestra vida moderna extraen su energía de los combustibles fósiles, derivan materialmente de ellos o reciben su influencia de algún otro modo" (Pág. 85).
Se sabe que los recursos fósiles son finitos, su extinción puede ser más próxima de lo que imaginamos y al parecer no hemos tomado suficiente conciencia de que esto pueda ser así. Los cálculos más optimistas hablan de un horizonte entre 28 y 38 años para que los recursos "toquen fondo"; y los menos optimistas, entre 8 y 18 años; quedando la mayor parte de las reservas en Oriente Medio y por lo tanto, es solo una cuestión de tiempo que el mundo pase a depender del golfo Pérsico para satisfacer sus crecientes necesidades de petróleo. Durante los próximos años, el descenso de la producción petrolera de los yacimientos de Rusia, Mar del Norte, Alaska y África Occidental, que hoy satisfacen las economías de EEUU y de Europa -sólo EEUU, con el 5% de la población mundial, consume el 26% del petróleo de todo el mundo-; tales recursos se agotarán inevitablemente. Hay más de 40.000 yacimientos petrolíferos conocidos en el mundo, pero solo 40 de ellos, súper gigantes, es decir, con más de 5.000 millones de barriles de petróleo; de éstos, 26 están en el golfo Pérsico y se hallan aún en fase ascendente de producción, a diferencia de los de EEUU y Rusia, en donde han tocado techo o están en fase descendente.
Rifkin ataca las dudas que pudieran suscitarse en un tecnófilo que albergue las esperanzas en mejores tecnologías, para detectar nuevos yacimientos, o bien para mejorar las pérdidas por extracción. En ambos casos, nos señala con investigaciones, que poco se puede esperar de nuevos yacimientos importantes, aún con mejores tecnologías; y por otro lado, éstas encarecen el proceso cuando se aplican para disminuir la pérdida durante la extracción.
La reflexión se anota entonces en otros frentes. En primer lugar, analizando las características energéticas de las sociedades, tal como mencionábamos al comienzo. Basado en estudios de antropólogos, Rifkin considera que el grado de una civilización, se puede medir a partir de su capacidad de utilizar la energía para promover el progreso o satisfacer las necesidades. Dicha consideración es válida, desde la revolución neolítica y el inicio de la agricultura; las sociedades no han cesado de incrementar la cantidad y calidad del flujo energético. Ello daría una lectura de "plantas energéticas" de baja potencia, a partir de los integrantes de pequeños grupos de cazadores-recolectores, controladas por estructuras institucionales poco complejas. En una fase posterior, en un régimen esclavista con mayor organización social, la disponibilidad de la energía promedio aumentó, lo que permitió la construcción de las grandes pirámides de Egipto, la Gran Muralla China y las construidas en América.
Pero la lectura de estos procesos es aún más compleja, puesto que se pone en juego una interpretación del uso de la energía en las sociedades, desde las leyes de la termodinámica. Las sociedades, como lo hacen los seres vivos en la naturaleza, luchan por remontarse a la segunda ley de la termodinámica, o a la degradación ineluctable. Esta curva de entropía se altera al introducir nueva energía para sostener el orden energético y por consiguiente el orden social. En este sentido, cabe entonces la preocupación de ¿cuanta energía requieren las sociedades para conservar su estilo de vida actual, frente al hecho de que los recursos energéticos se están agotando?. Si la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma, el problema radica en el sentido de esta transformación, el cual va de una energía disponible a una no-disponible. Con base en esto, Rifkin nos advierte que... "Las sociedades que más duran son aquellas que consiguen el mejor equilibrio entre el balance de la naturaleza y de la sociedad humana, dentro de los límites que impone inevitablemente la segunda ley" (Pág. 72); de lo contrario, las sociedades colapsan.
Nuestra civilización actual, dependiente de los recursos fósiles, tiene otra característica, se trata del carácter centralizado y determinista del sistema energético. La infraestructura del petróleo es la red energética más compleja que haya existido. Su carácter altamente centralizado, ha generado empresas comerciales organizadas del mismo modo; que para la actual época de fusiones corporativas, significa el control de la energía global en un reducido número de instituciones; de ellas depende el bienestar de buena parte de la humanidad. Tres problemas se configuran frente a esta situación. El primero radica en que una mayor concentración y centralización de poder en un número menor de instituciones puede resultar poco flexible a la hora de enfrentarse a nuevos retos; en segundo lugar, el auge del fundamentalismo islámico en Oriente Medio, preocupa respecto de las decisiones sobre las últimas reservas del petróleo; y finalmente, el problema del calentamiento global del planeta, por la quema de combustibles fósiles. Estos tres aspectos se configuran como cruciales para determinar las perspectivas de la civilización humana en el siglo XXI. De la forma como afrontemos este "punto de inflexión" en la curva del régimen energético, dependerá que tengamos un renacimiento como civilización, o un deterioro progresivo de la misma.
La apuesta de Rifkin y de muchos otras personas e instituciones en el mundo, es por el uso del hidrógeno como fuente energética; por una descarbonización (sustitución progresiva de los átomos de carbono por otros de hidrógeno con cada nueva fuente de energía) y una economía del hidrógeno. El hidrógeno es un combustible eterno que no contamina y aunque se halla prácticamente en todas partes, raramente aparece en la naturaleza en estado libre, por lo que debe ser extraído. Las diversas formas de producirlo, que aunque pueden involucrar el uso de energías procedentes de hidrocarburos, se inclinan hacia la utilización de energías renovables, como la fotovoltaica, la eólica, la hidráulica y la geotérmica; éstas, pueden generar la electricidad que se consume en el proceso de la electrólisis para descomponer el agua en hidrógeno y oxígeno.
Pero el aspecto más interesante del hidrógeno es el de una nueva economía menos centralizada, más autosuficiente, que depende del mismo consumidor. Para explicar el tema, Rifkin adopta dos criterios, el de generación distribuida y el de red, análogo éste último a la WEB. La generación distribuida se refiere a un conjunto de pequeñas plantas generadoras de electricidad, situadas cerca del usuario final, o en su mismo emplazamiento, y que pueden bien estar integradas en una red o bien funcionar de forma autónoma. Sus usuarios pueden ser fábricas, empresas comerciales, edificios públicos, barrios o residencias privadas. Ellas representan en la actualidad, un coste menor en la producción del kilovatio; y prometen ser una solución ante el peligro de un corte de energía y una alternativa al calentamiento global. En esta perspectiva, el usuario se puede convertir en su propio productor, al usar pilas de combustible que pueda recargar.
"Las revoluciones económicas verdaderamente importantes de la historia se producen cuando una nueva tecnología de comunicación se funde con un régimen energético emergente para crear un paradigma económico completamente nuevo. La introducción de la imprenta en el siglo XV, por ejemplo, estableció una nueva forma de comunicación que cuando más adelante se combinó con la tecnología del carbón y el vapor dio origen a la revolución industrial. La imprenta hacía posible una forma de comunicación lo bastante rápida y ágil como para coordinar un mundo impulsado por la energía del vapor" (Pág. 244). Tras esta afirmación, Rifkin considera que el hidrógeno y las nuevas tecnologías de generación distribuida por medio de pilas, fusionado con la revolución informática y las telecomunicaciones, pueden crear una era económicamente nueva. Estamos entonces, a la vuelta de pocos años, frente a la posibilidad de convertir la red eléctrica en una red interactiva de miles o millones de pequeños proveedores y usuarios. Sin duda, son diversos los problemas técnicos a abordar, como por ejemplo, la puesta en juego de un sistema flexible -no tan unidireccional- de corriente alterna, que permita a las compañías de transmisión distribuir cantidades precisas de electricidad a áreas específicas de la red. Otros problemas, de tipo organizativo, demandarán otra clase de soluciones, de carácter más democrático, cooperativo y seguramente con menores costos; por ejemplo, para alquilar o comprar pilas de combustible en hogares y empresas. En todos estos casos, ya existen experiencias en los EEUU.
La posibilidad de una democratización de la energía, significa, del lado de los países pobres, la oportunidad de mayores accesos a la economía y al bienestar. Un mínimo acceso al empleo y a la electricidad, significa una "calidad de vida básica" que incluye la alfabetización, una mejor higiene, seguridad personal y una mayor expectativa de vida. Con el aumento de la pobreza en esta parte del mundo, el crecimiento demográfico, las economías en recesión y el peso de la deuda externa; una economía basada en el hidrógeno constituye una esperanza para los miles de millones de seres humanos que habitan la mayor parte del globo.
Concluye Rifkin, acentuando el desafío que la generación distribuida representa, tanto ambientalmente como en el ámbito sociológico, respecto de una nueva comprensión de la globalización. Al estar conectados por una red de generación distribuida a partir del hidrógeno, los asentamientos humanos pueden ser vistos desde enfoques diferentes al viejo concepto de Estado-Nación, propio de un régimen energético que está caducando. Los patrones de asentamiento humano entrelazados con las biocomunidades, podrán ser entendidos en términos de eco-regiones, bio-regiones y geo-regiones, lo que contribuirá a forjar un nuevo y profundo sentido de la seguridad, la salud y el bienestar de la tierra.
Se sabe que los recursos fósiles son finitos, su extinción puede ser más próxima de lo que imaginamos y al parecer no hemos tomado suficiente conciencia de que esto pueda ser así. Los cálculos más optimistas hablan de un horizonte entre 28 y 38 años para que los recursos "toquen fondo"; y los menos optimistas, entre 8 y 18 años; quedando la mayor parte de las reservas en Oriente Medio y por lo tanto, es solo una cuestión de tiempo que el mundo pase a depender del golfo Pérsico para satisfacer sus crecientes necesidades de petróleo. Durante los próximos años, el descenso de la producción petrolera de los yacimientos de Rusia, Mar del Norte, Alaska y África Occidental, que hoy satisfacen las economías de EEUU y de Europa -sólo EEUU, con el 5% de la población mundial, consume el 26% del petróleo de todo el mundo-; tales recursos se agotarán inevitablemente. Hay más de 40.000 yacimientos petrolíferos conocidos en el mundo, pero solo 40 de ellos, súper gigantes, es decir, con más de 5.000 millones de barriles de petróleo; de éstos, 26 están en el golfo Pérsico y se hallan aún en fase ascendente de producción, a diferencia de los de EEUU y Rusia, en donde han tocado techo o están en fase descendente.
Rifkin ataca las dudas que pudieran suscitarse en un tecnófilo que albergue las esperanzas en mejores tecnologías, para detectar nuevos yacimientos, o bien para mejorar las pérdidas por extracción. En ambos casos, nos señala con investigaciones, que poco se puede esperar de nuevos yacimientos importantes, aún con mejores tecnologías; y por otro lado, éstas encarecen el proceso cuando se aplican para disminuir la pérdida durante la extracción.
La reflexión se anota entonces en otros frentes. En primer lugar, analizando las características energéticas de las sociedades, tal como mencionábamos al comienzo. Basado en estudios de antropólogos, Rifkin considera que el grado de una civilización, se puede medir a partir de su capacidad de utilizar la energía para promover el progreso o satisfacer las necesidades. Dicha consideración es válida, desde la revolución neolítica y el inicio de la agricultura; las sociedades no han cesado de incrementar la cantidad y calidad del flujo energético. Ello daría una lectura de "plantas energéticas" de baja potencia, a partir de los integrantes de pequeños grupos de cazadores-recolectores, controladas por estructuras institucionales poco complejas. En una fase posterior, en un régimen esclavista con mayor organización social, la disponibilidad de la energía promedio aumentó, lo que permitió la construcción de las grandes pirámides de Egipto, la Gran Muralla China y las construidas en América.
Pero la lectura de estos procesos es aún más compleja, puesto que se pone en juego una interpretación del uso de la energía en las sociedades, desde las leyes de la termodinámica. Las sociedades, como lo hacen los seres vivos en la naturaleza, luchan por remontarse a la segunda ley de la termodinámica, o a la degradación ineluctable. Esta curva de entropía se altera al introducir nueva energía para sostener el orden energético y por consiguiente el orden social. En este sentido, cabe entonces la preocupación de ¿cuanta energía requieren las sociedades para conservar su estilo de vida actual, frente al hecho de que los recursos energéticos se están agotando?. Si la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma, el problema radica en el sentido de esta transformación, el cual va de una energía disponible a una no-disponible. Con base en esto, Rifkin nos advierte que... "Las sociedades que más duran son aquellas que consiguen el mejor equilibrio entre el balance de la naturaleza y de la sociedad humana, dentro de los límites que impone inevitablemente la segunda ley" (Pág. 72); de lo contrario, las sociedades colapsan.
Nuestra civilización actual, dependiente de los recursos fósiles, tiene otra característica, se trata del carácter centralizado y determinista del sistema energético. La infraestructura del petróleo es la red energética más compleja que haya existido. Su carácter altamente centralizado, ha generado empresas comerciales organizadas del mismo modo; que para la actual época de fusiones corporativas, significa el control de la energía global en un reducido número de instituciones; de ellas depende el bienestar de buena parte de la humanidad. Tres problemas se configuran frente a esta situación. El primero radica en que una mayor concentración y centralización de poder en un número menor de instituciones puede resultar poco flexible a la hora de enfrentarse a nuevos retos; en segundo lugar, el auge del fundamentalismo islámico en Oriente Medio, preocupa respecto de las decisiones sobre las últimas reservas del petróleo; y finalmente, el problema del calentamiento global del planeta, por la quema de combustibles fósiles. Estos tres aspectos se configuran como cruciales para determinar las perspectivas de la civilización humana en el siglo XXI. De la forma como afrontemos este "punto de inflexión" en la curva del régimen energético, dependerá que tengamos un renacimiento como civilización, o un deterioro progresivo de la misma.
La apuesta de Rifkin y de muchos otras personas e instituciones en el mundo, es por el uso del hidrógeno como fuente energética; por una descarbonización (sustitución progresiva de los átomos de carbono por otros de hidrógeno con cada nueva fuente de energía) y una economía del hidrógeno. El hidrógeno es un combustible eterno que no contamina y aunque se halla prácticamente en todas partes, raramente aparece en la naturaleza en estado libre, por lo que debe ser extraído. Las diversas formas de producirlo, que aunque pueden involucrar el uso de energías procedentes de hidrocarburos, se inclinan hacia la utilización de energías renovables, como la fotovoltaica, la eólica, la hidráulica y la geotérmica; éstas, pueden generar la electricidad que se consume en el proceso de la electrólisis para descomponer el agua en hidrógeno y oxígeno.
Pero el aspecto más interesante del hidrógeno es el de una nueva economía menos centralizada, más autosuficiente, que depende del mismo consumidor. Para explicar el tema, Rifkin adopta dos criterios, el de generación distribuida y el de red, análogo éste último a la WEB. La generación distribuida se refiere a un conjunto de pequeñas plantas generadoras de electricidad, situadas cerca del usuario final, o en su mismo emplazamiento, y que pueden bien estar integradas en una red o bien funcionar de forma autónoma. Sus usuarios pueden ser fábricas, empresas comerciales, edificios públicos, barrios o residencias privadas. Ellas representan en la actualidad, un coste menor en la producción del kilovatio; y prometen ser una solución ante el peligro de un corte de energía y una alternativa al calentamiento global. En esta perspectiva, el usuario se puede convertir en su propio productor, al usar pilas de combustible que pueda recargar.
"Las revoluciones económicas verdaderamente importantes de la historia se producen cuando una nueva tecnología de comunicación se funde con un régimen energético emergente para crear un paradigma económico completamente nuevo. La introducción de la imprenta en el siglo XV, por ejemplo, estableció una nueva forma de comunicación que cuando más adelante se combinó con la tecnología del carbón y el vapor dio origen a la revolución industrial. La imprenta hacía posible una forma de comunicación lo bastante rápida y ágil como para coordinar un mundo impulsado por la energía del vapor" (Pág. 244). Tras esta afirmación, Rifkin considera que el hidrógeno y las nuevas tecnologías de generación distribuida por medio de pilas, fusionado con la revolución informática y las telecomunicaciones, pueden crear una era económicamente nueva. Estamos entonces, a la vuelta de pocos años, frente a la posibilidad de convertir la red eléctrica en una red interactiva de miles o millones de pequeños proveedores y usuarios. Sin duda, son diversos los problemas técnicos a abordar, como por ejemplo, la puesta en juego de un sistema flexible -no tan unidireccional- de corriente alterna, que permita a las compañías de transmisión distribuir cantidades precisas de electricidad a áreas específicas de la red. Otros problemas, de tipo organizativo, demandarán otra clase de soluciones, de carácter más democrático, cooperativo y seguramente con menores costos; por ejemplo, para alquilar o comprar pilas de combustible en hogares y empresas. En todos estos casos, ya existen experiencias en los EEUU.
La posibilidad de una democratización de la energía, significa, del lado de los países pobres, la oportunidad de mayores accesos a la economía y al bienestar. Un mínimo acceso al empleo y a la electricidad, significa una "calidad de vida básica" que incluye la alfabetización, una mejor higiene, seguridad personal y una mayor expectativa de vida. Con el aumento de la pobreza en esta parte del mundo, el crecimiento demográfico, las economías en recesión y el peso de la deuda externa; una economía basada en el hidrógeno constituye una esperanza para los miles de millones de seres humanos que habitan la mayor parte del globo.
Concluye Rifkin, acentuando el desafío que la generación distribuida representa, tanto ambientalmente como en el ámbito sociológico, respecto de una nueva comprensión de la globalización. Al estar conectados por una red de generación distribuida a partir del hidrógeno, los asentamientos humanos pueden ser vistos desde enfoques diferentes al viejo concepto de Estado-Nación, propio de un régimen energético que está caducando. Los patrones de asentamiento humano entrelazados con las biocomunidades, podrán ser entendidos en términos de eco-regiones, bio-regiones y geo-regiones, lo que contribuirá a forjar un nuevo y profundo sentido de la seguridad, la salud y el bienestar de la tierra.
El rostro de Jano del hidrógeno
Jeremy RifkinEl País
Justo cuando parecía que el presidente Bush había perdido para siempre la capacidad de reunir a los aliados europeos en torno a una iniciativa estadounidense que afecte a la salud del planeta, se le ha ocurrido una idea atrevida que está recibiendo elogios incluso de los más escépticos amigos de Estados Unidos.La Casa Blanca está a punto de anunciar el plan de Bush para tratar el calentamiento global y la independencia energética. Si piensan que la cosa tiene trampa, la tiene, pero parece como si todos los peces que están a bordo del barco de Bush no hubieran visto el anzuelo, o simplemente no les importase haber picado. Sigan leyendo.Del 19 al 21 de noviembre, la Casa Blanca albergará en Washington una reunión de ministros de Energía de todo el mundo para firmar un acuerdo que hará época, para compartir la investigación y el desarrollo de la actividad relacionada con el hidrógeno, con la finalidad de abrir las puertas a una economía del hidrógeno para las próximas décadas. EE UU ha propuesto servir de secretaría de este proyecto de investigación y desarrollo global, primero en su clase, al que denomina Asociación Internacional para la Economía del Hidrógeno (IPHE).La mayoría de los observadores están de acuerdo en que el hidrógeno -el elemento más ligero y abundante del universo- es la próxima gran revolución energética. Los científicos lo denominan "el combustible eterno" porque nunca se agota. Y cuando se utiliza hidrógeno para producir energía, los únicos derivados son calor y agua pura. Este paso a las células energéticas y a la energía del hidrógeno tendrá tanta importancia y largo alcance en sus consecuencias sobre la economía estadounidense y global como tuvieron la máquina de vapor y el carbón en el siglo XIX y el motor de combustión interna y el petróleo en el siglo XX. El hidrógeno tiene potencial para acabar con la dependencia mundial del petróleo del golfo Pérsico. Reducirá drásticamente las emisiones de dióxido de carbono y mitigará los efectos del calentamiento global y, dada la abundancia del hidrógeno, aquellos que antes no tuvieron acceso a la electricidad serán capaces de generarla.Entonces, ¿por qué se han levantado en armas los grupos ecologistas de todo el mundo contra el proyecto del hidrógeno de Bush? Porque resulta que el hidrógeno, como Jano, tiene dos caras. Aunque se encuentra en cualquier lugar de la Tierra, rara vez está flotando libremente en la naturaleza. El hidrógeno tiene que extraerse, bien de los combustibles fósiles o del agua o la biomasa. Y ésta es la diferencia fundamental que separa la visión del presidente Bush de un futuro del hidrógeno de la que tenemos muchos de los que pertenecemos al movimiento ecologista.El presidente Bush y el secretario de Energía, Spencer Abraham, dicen que el hidrógeno puede liberarnos de la dependencia del petróleo extranjero. Lo que no han dicho es que su plan exige extraer el hidrógeno de todas las antiguas fuentes de energía: petróleo, gas natural y carbón y, además, utilizar la energía nuclear para la tarea. En resumen, al presidente Bush le gustaría llevarnos al futuro del hidrógeno sin dejar nunca atrás el pasado de los combustibles fósiles y la energía nuclear.Hoy en día, la mayor parte del hidrógeno comercial se extrae del gas natural por medio de un proceso de regeneración del vapor. Si bien el gas natural emite menos CO2 que otros combustibles fósiles, sigue siendo un recurso finito del que existe una provisión relativamente pequeña y, por tanto, no es un medio viable de garantizar hidrógeno a largo plazo.El hidrógeno también se puede extraer del carbón y los partidarios señalan que EE UU cuenta con grandes reservas de carbón, suficientes para cubrir nuestras necesidades energéticas en un futuro inmediato. El problema es que el carbón produce el doble de CO2 que el gas natural, lo que significa un incremento espectacular del calentamiento global. La industria del carbón responde que sería posible almacenar de forma segura las emisiones de CO2 bajo tierra o en las profundidades del mar durante miles de años y ha convencido a la Casa Blanca para que subvencione más proyectos de investigación sobre la extracción del CO2. Para muchos ecologistas, el asunto de almacenar de forma segura el CO2 tiene un parecido estremecedor con los argumentos utilizados hace tiempo por la industria nuclear cuando afirmaban que podrían encontrar un método seguro para transportar, eliminar y almacenar los residuos nucleares siempre que se dedicara suficiente tiempo, estudio y subvención del Gobierno a estas investigaciones.A la industria nuclear también le gustaría producir hidrógeno, pero hay algunos temas sin resolver relacionados con el almacenamiento seguro de los residuos nucleares, con los costes de la construcción de nuevos reactores, que se han puesto por las nubes, y con la vulnerabilidad de las plantas nucleares a los ataques terroristas.Hay otra forma de producir hidrógeno, una que no utiliza combustibles fósiles ni energía nuclear en el proceso. Las fuentes renovables de energía -células fotovoltaicas, eólicas, hídricas y geotérmicas- se utilizan cada vez más para producir electricidad. Esta electricidad, a su vez, puede ser empleada, por medio de un proceso denominado electrólisis, para dividir el agua en oxígeno e hidrógeno. Una vez producido, el hidrógeno se puede almacenar y ser utilizado para alimentar vehículos y proporcionar fuente de reserva que alimente la red eléctrica.El hidrógeno podría extraerse también de cultivos de energía sostenible y residuos de la agricultura mediante un proceso llamado gasificación. Prácticamente no hay incremento en las emisiones de CO2 cuando se utiliza la biomasa, porque el carbono que las plantas toman de la atmósfera se libera de nuevo durante la producción de hidrógeno.El proyecto de la Casa Blanca exige grandes subvenciones a las industrias del carbón y de la energía nuclear para la extracción del hidrógeno. Mientras el secretario de Energía, Spencer Abraham, afirma que la Administración de Bush está igualmente comprometida con la investigación y el desarrollo de fuentes renovables de energía para extraer hidrógeno -una agenda verde del hidrógeno-, la Casa Blanca y el Partido Republicano han bloqueado sistemáticamente todos los intentos del Congreso para establecer puntos de partida y fechas límite para introducir las fuentes renovables de energía en el transporte y la producción de electricidad. En cambio, la UE se ha comprometido a producir en 2010 el 22%de su electricidad y el 12% de toda su energía a partir de fuentes renovables.La Administración de Bush ya está jugando la baza del IPHE presentándolo como el tan esperado plan alternativo para tratar el calentamiento global y garantizar la independencia energética. En realidad, la Casa Blanca está utilizando el IPHE como cortina de humo para distraer la atención de su deprimente historial en el tema del medio ambiente y como caballo de Troya para promover los intereses de las industrias del carbón, el petróleo, el gas natural y la energía nuclear. El peligro está en que si EE UU tiene éxito y consigue llevar a los países signatarios del IPHE hacia un negro futuro del hidrógeno, podría encerrar bajo llave la economía global dentro del antiguo régimen de energía durante buena parte del siglo XXI, con calamitosas consecuencias para el medio ambiente y la economía.Los auténticos beneficios de un futuro del hidrógeno sólo se harán realidad si las fuentes renovables de energía se introducen poco a poco y finalmente se convierten en la fuente principal para la extracción del hidrógeno. Mientras tanto, el Gobierno de EE UU debe apoyar normas CAFE (Ahorro Empresarial Medio de Combustible) mucho más estrictas, la introducción de vehículos híbridos, la revisión y nuevo trazado de la red nacional de energía poniendo especial atención en las tecnologías inteligentes que respaldan la transmisión de energía distribuida, la conservación, el Protocolo de Kioto sobre el calentamiento global y acciones encaminadas a la adopción de la energía renovable. Todas estas iniciativas deberán llevarse a cabo conjuntamente con un ambicioso esfuerzo nacional para subvencionar y asegurar la investigación y el desarrollo de una tecnología de la energía renovable, del hidrógeno y de las células energéticas. El objetivo debe ser una economía verde del hidrógeno que esté perfectamente integrada a finales de la primera mitad del siglo XXI.
Jeremy Rifkin es autor de La economía del hidrógeno: La creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la Tierra Traducción de News Clips.
Jeremy RifkinEl País
Justo cuando parecía que el presidente Bush había perdido para siempre la capacidad de reunir a los aliados europeos en torno a una iniciativa estadounidense que afecte a la salud del planeta, se le ha ocurrido una idea atrevida que está recibiendo elogios incluso de los más escépticos amigos de Estados Unidos.La Casa Blanca está a punto de anunciar el plan de Bush para tratar el calentamiento global y la independencia energética. Si piensan que la cosa tiene trampa, la tiene, pero parece como si todos los peces que están a bordo del barco de Bush no hubieran visto el anzuelo, o simplemente no les importase haber picado. Sigan leyendo.Del 19 al 21 de noviembre, la Casa Blanca albergará en Washington una reunión de ministros de Energía de todo el mundo para firmar un acuerdo que hará época, para compartir la investigación y el desarrollo de la actividad relacionada con el hidrógeno, con la finalidad de abrir las puertas a una economía del hidrógeno para las próximas décadas. EE UU ha propuesto servir de secretaría de este proyecto de investigación y desarrollo global, primero en su clase, al que denomina Asociación Internacional para la Economía del Hidrógeno (IPHE).La mayoría de los observadores están de acuerdo en que el hidrógeno -el elemento más ligero y abundante del universo- es la próxima gran revolución energética. Los científicos lo denominan "el combustible eterno" porque nunca se agota. Y cuando se utiliza hidrógeno para producir energía, los únicos derivados son calor y agua pura. Este paso a las células energéticas y a la energía del hidrógeno tendrá tanta importancia y largo alcance en sus consecuencias sobre la economía estadounidense y global como tuvieron la máquina de vapor y el carbón en el siglo XIX y el motor de combustión interna y el petróleo en el siglo XX. El hidrógeno tiene potencial para acabar con la dependencia mundial del petróleo del golfo Pérsico. Reducirá drásticamente las emisiones de dióxido de carbono y mitigará los efectos del calentamiento global y, dada la abundancia del hidrógeno, aquellos que antes no tuvieron acceso a la electricidad serán capaces de generarla.Entonces, ¿por qué se han levantado en armas los grupos ecologistas de todo el mundo contra el proyecto del hidrógeno de Bush? Porque resulta que el hidrógeno, como Jano, tiene dos caras. Aunque se encuentra en cualquier lugar de la Tierra, rara vez está flotando libremente en la naturaleza. El hidrógeno tiene que extraerse, bien de los combustibles fósiles o del agua o la biomasa. Y ésta es la diferencia fundamental que separa la visión del presidente Bush de un futuro del hidrógeno de la que tenemos muchos de los que pertenecemos al movimiento ecologista.El presidente Bush y el secretario de Energía, Spencer Abraham, dicen que el hidrógeno puede liberarnos de la dependencia del petróleo extranjero. Lo que no han dicho es que su plan exige extraer el hidrógeno de todas las antiguas fuentes de energía: petróleo, gas natural y carbón y, además, utilizar la energía nuclear para la tarea. En resumen, al presidente Bush le gustaría llevarnos al futuro del hidrógeno sin dejar nunca atrás el pasado de los combustibles fósiles y la energía nuclear.Hoy en día, la mayor parte del hidrógeno comercial se extrae del gas natural por medio de un proceso de regeneración del vapor. Si bien el gas natural emite menos CO2 que otros combustibles fósiles, sigue siendo un recurso finito del que existe una provisión relativamente pequeña y, por tanto, no es un medio viable de garantizar hidrógeno a largo plazo.El hidrógeno también se puede extraer del carbón y los partidarios señalan que EE UU cuenta con grandes reservas de carbón, suficientes para cubrir nuestras necesidades energéticas en un futuro inmediato. El problema es que el carbón produce el doble de CO2 que el gas natural, lo que significa un incremento espectacular del calentamiento global. La industria del carbón responde que sería posible almacenar de forma segura las emisiones de CO2 bajo tierra o en las profundidades del mar durante miles de años y ha convencido a la Casa Blanca para que subvencione más proyectos de investigación sobre la extracción del CO2. Para muchos ecologistas, el asunto de almacenar de forma segura el CO2 tiene un parecido estremecedor con los argumentos utilizados hace tiempo por la industria nuclear cuando afirmaban que podrían encontrar un método seguro para transportar, eliminar y almacenar los residuos nucleares siempre que se dedicara suficiente tiempo, estudio y subvención del Gobierno a estas investigaciones.A la industria nuclear también le gustaría producir hidrógeno, pero hay algunos temas sin resolver relacionados con el almacenamiento seguro de los residuos nucleares, con los costes de la construcción de nuevos reactores, que se han puesto por las nubes, y con la vulnerabilidad de las plantas nucleares a los ataques terroristas.Hay otra forma de producir hidrógeno, una que no utiliza combustibles fósiles ni energía nuclear en el proceso. Las fuentes renovables de energía -células fotovoltaicas, eólicas, hídricas y geotérmicas- se utilizan cada vez más para producir electricidad. Esta electricidad, a su vez, puede ser empleada, por medio de un proceso denominado electrólisis, para dividir el agua en oxígeno e hidrógeno. Una vez producido, el hidrógeno se puede almacenar y ser utilizado para alimentar vehículos y proporcionar fuente de reserva que alimente la red eléctrica.El hidrógeno podría extraerse también de cultivos de energía sostenible y residuos de la agricultura mediante un proceso llamado gasificación. Prácticamente no hay incremento en las emisiones de CO2 cuando se utiliza la biomasa, porque el carbono que las plantas toman de la atmósfera se libera de nuevo durante la producción de hidrógeno.El proyecto de la Casa Blanca exige grandes subvenciones a las industrias del carbón y de la energía nuclear para la extracción del hidrógeno. Mientras el secretario de Energía, Spencer Abraham, afirma que la Administración de Bush está igualmente comprometida con la investigación y el desarrollo de fuentes renovables de energía para extraer hidrógeno -una agenda verde del hidrógeno-, la Casa Blanca y el Partido Republicano han bloqueado sistemáticamente todos los intentos del Congreso para establecer puntos de partida y fechas límite para introducir las fuentes renovables de energía en el transporte y la producción de electricidad. En cambio, la UE se ha comprometido a producir en 2010 el 22%de su electricidad y el 12% de toda su energía a partir de fuentes renovables.La Administración de Bush ya está jugando la baza del IPHE presentándolo como el tan esperado plan alternativo para tratar el calentamiento global y garantizar la independencia energética. En realidad, la Casa Blanca está utilizando el IPHE como cortina de humo para distraer la atención de su deprimente historial en el tema del medio ambiente y como caballo de Troya para promover los intereses de las industrias del carbón, el petróleo, el gas natural y la energía nuclear. El peligro está en que si EE UU tiene éxito y consigue llevar a los países signatarios del IPHE hacia un negro futuro del hidrógeno, podría encerrar bajo llave la economía global dentro del antiguo régimen de energía durante buena parte del siglo XXI, con calamitosas consecuencias para el medio ambiente y la economía.Los auténticos beneficios de un futuro del hidrógeno sólo se harán realidad si las fuentes renovables de energía se introducen poco a poco y finalmente se convierten en la fuente principal para la extracción del hidrógeno. Mientras tanto, el Gobierno de EE UU debe apoyar normas CAFE (Ahorro Empresarial Medio de Combustible) mucho más estrictas, la introducción de vehículos híbridos, la revisión y nuevo trazado de la red nacional de energía poniendo especial atención en las tecnologías inteligentes que respaldan la transmisión de energía distribuida, la conservación, el Protocolo de Kioto sobre el calentamiento global y acciones encaminadas a la adopción de la energía renovable. Todas estas iniciativas deberán llevarse a cabo conjuntamente con un ambicioso esfuerzo nacional para subvencionar y asegurar la investigación y el desarrollo de una tecnología de la energía renovable, del hidrógeno y de las células energéticas. El objetivo debe ser una economía verde del hidrógeno que esté perfectamente integrada a finales de la primera mitad del siglo XXI.
Jeremy Rifkin es autor de La economía del hidrógeno: La creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la Tierra Traducción de News Clips.
Los albores de la economía del hidrógeno.
Los albores de la economía del hidrógeno
Jeremy Rifkin
Más de un año después de los atentados terroristas contra las Torres del World Trade Center y el Pentágono, el mundo es un lugar más peligroso que nunca. Y en el corazón del temor colectivo que sigue atenazando a la especie humana se encuentra la lucha por controlar el petróleo, el recurso vital sin el cual nuestra economía global y nuestra sociedad moderna dejarían de existir.
Los expertos señalaban que nos quedaba petróleo barato y disponible para unos cuarenta años aproximadamente. Ahora, sin embargo, algunos de los geólogos petrolíferos más importantes del mundo insinúan que la producción mundial de petróleo podría alcanzar su techo y comenzar un drástico descenso mucho antes, ya a finales de esta década, poniendo por las nubes el precio del crudo.
El combustible eterno. Mientras que la era de los combustibles fósiles está entrando en sus últimos años, está naciendo un nuevo sistema energético que tiene el potencial de remodelar radicalmente la civilización. El hidrógeno es el elemento más básico y ubicuo del universo. Es el material de las estrellas y de nuestro Sol y, cuando se aproveche adecuadamente, será el 'combustible eterno'. Nunca se acaba y no produce emisiones nocivas de CO2 al quemarse; sus únicos subproductos son el calor y el agua pura. Estamos en los albores de una nueva economía, movida mediante hidrógeno, que cambiará básicamente la naturaleza de nuestros mercados e instituciones sociales y políticas, de la misma forma que lo hicieron el carbón y la energía de vapor al comienzo de la Era Industrial.
El hidrógeno se encuentra en todos los lugares del planeta, en el agua, en los combustibles fósiles y en todo lo que vive. Pero raras veces existe flotando libremente en la naturaleza; hay que extraerlo de fuentes naturales. En la actualidad, casi la mitad del hidrógeno que se produce en el mundo se obtiene del gas natural a través de un proceso de conversión con vapor. Aunque la utilización del vapor para convertir el gas natural ha demostrado ser la forma más barata de producir hidrógeno comercial, el gas natural es un hidrocarburo y emite CO2 en el proceso de conversión. Además, es probable que la producción mundial de gas natural alcance su techo en algún momento entre 2020 y 2030, y creará una segunda crisis de energía que le pisará los talones a la crisis del petróleo.
Sin embargo, hay otra forma de producir hidrógeno sin utilizar combustibles fósiles en el proceso. Se podrían aprovechar fuentes renovables de energía -eólicas, fotovoltaicas, hídricas, geotérmicas, de biomasa- para producir electricidad. La electricidad, a su vez, se puede utilizar, mediante un proceso llamado electrólisis, para separar el hidrógeno y el oxígeno del agua. El hidrógeno puede ser luego almacenado en una célula energética, una pila electroquímica para generar electricidad que produzca energía, luz y calor, y ser utilizado cuando se necesite. La gente pregunta a menudo para qué producir electricidad dos veces, primero para conseguir electricidad para el proceso de electrólisis y luego otra vez para generar energía, calor y luz mediante una célula de combustible. La razón es que la electricidad no se almacena. De modo que si el Sol no brilla, o el viento no sopla, o el agua no fluye, no se puede generar electricidad y la actividad económica se detendría en seco. El hidrógeno es una forma de almacenar fuentes renovables de energía para garantizar un abastecimiento permanente y continuo de energía para la sociedad.
Por consiguiente, es realmente una cuestión de costes. La energía eólica, hídrica y de biomasa ya tienen un coste competitivo en muchas partes del mundo y pueden emplearse para generar electricidad para el proceso de electrólisis. Sin embargo, los costes de la energía fotovoltaica y geotérmica siguen siendo altos y tendrán que bajar considerablemente para hacer que sea competitivo el proceso de conversión del gas natural mediante vapor en la producción de hidrógeno.
Compartir la energía entre iguales. Ahora mismo se están introduciendo pilas comerciales que utilizan el hidrógeno como combustible para uso doméstico, comercial e industrial. Los principales fabricantes de automóviles han gastado más de 2.000 millones de dólares en el desarrollo de coches, autobuses y camiones de hidrógeno, y se espera que los primeros vehículos producidos en serie estén en la carretera dentro de sólo unos años.
La economía del hidrógeno posibilita una enorme redistribución del poder, con consecuencias trascendentales para la sociedad. El actual flujo de energía centralizado desde arriba, controlado por las empresas petrolíferas y las empresas de servicios, quedará obsoleto. En la nueva era, todo ser humano podrá convertirse en productor además de consumidor de su propia energía, la denominada 'generación distribuida'. Cuando millones de usuarios finales conecten sus pilas de combustible a Redes de Energía de Hidrógeno [HEW, siglas en inglés] locales, regionales y nacionales, utilizando los mismos principios de diseño y tecnologías inteligentes que han hecho posible la Red Mundial [World Wide Web], podrán comenzar a compartir energía -entre iguales-, creando una nueva forma descentralizada de su uso.
En la economía del hidrógeno, hasta el automóvil será una 'central eléctrica con ruedas', con una capacidad generadora de 20 kilovatios. Dado que el coche medio está aparcado la mayor parte del tiempo, se podrá enchufar, durante el tiempo que no se utilice, a la casa, a la oficina o a la principal red interactiva de electricidad, y proporcionar electricidad extra a la red. Con que sólo el 25% de los conductores utilizasen sus coches como centrales eléctricas para devolver energía a la red, se podrían eliminar todas las centrales eléctricas del país.
Las empresas eléctricas tendrán que aceptar la realidad de que millones de operadores locales, que generen electricidad sobre el terreno a partir de pilas de combustible, pueden producir más energía y más barata que las actuales centrales eléctricas gigantescas. Cuando los usuarios finales se conviertan también en productores de su energía, las actuales centrales eléctricas podrán cambiar de papel y convertirse en 'centrales eléctricas virtuales', que fabriquen y comercialicen pilas de combustible, agrupen servicios energéticos y coordinen el flujo de energía por las actuales redes eléctricas.
El hidrógeno tiene el potencial de poner fin a la dependencia que el mundo tiene del petróleo importado y de ayudar a difuminar el peligroso juego geopolítico que se está dando entre los militantes musulmanes y los países occidentales. Reducirá drásticamente las emisiones de dióxido de carbono y mitigará los efectos del calentamiento global. Y dado que es tan abundante y existe en todas las partes del mundo, todos los seres humanos dispondrán de energía, convirtiéndose en el primer sistema energético verdaderamente democrático de la historia.
Energía para los pobres. Increíblemente, el 65% de la población del mundo no ha hecho una sola llamada de teléfono, y un tercio de la especie humana no tiene acceso a la electricidad ni a ninguna otra forma de energía comercial. La disparidad entre los conectados y los no conectados es profunda y amenaza con volverse todavía más pronunciada a lo largo de los próximos cincuenta años, teniendo en cuenta que está previsto que la población aumente de los actuales 6,2 mil millones a 9 mil millones. La mayor parte del aumento de población tendrá lugar en el mundo en vías de desarrollo, donde se concentra la pobreza. La falta de acceso a la energía, y especialmente a la electricidad, es un factor clave en la perpetuación de la pobreza en el mundo. Por el contrario, el acceso a la energía significa más oportunidades económicas. En Suráfrica, por ejemplo, por cada 100 hogares dotados de electricidad se crean entre 10 y 20 empresas nuevas. La electricidad libera a la mano de obra humana de las tareas de supervivencia diarias. En los países pobres en recursos, el solo hecho de encontrar suficiente leña o estiércol para calentar una casa o cocinar los alimentos puede suponer varias horas al día. La electricidad proporciona energía para manejar el equipo agrícola, poner en funcionamiento pequeñas fábricas y talleres de artesanía e iluminar hogares, escuelas y empresas.
Hoy en día, el uso per cápita de energía en todo el mundo en vías de desarrollo es sólo una quinceava parte del consumo en EE UU. La media global per cápita para todos los países es sólo una quinta parte del nivel en Estados Unidos.
La única forma de sacar a millones de personas de la pobreza es realizar el cambio a un sistema energético basado en el hidrógeno -utilizando fuentes renovables y tecnologías para producir hidrógeno- y crear redes energéticas de generación distribuida que puedan conectar a las comunidades de todo el mundo. Para acortar las diferencias entre los ricos y los pobres en primer lugar es necesario estrechar las diferencias entre los conectados y los desconectados.
Según vaya disminuyendo el precio de las pilas de combustible y de los aparatos eléctricos que las acompañan gracias a las innovaciones y a la economía de escala, resultarán cada vez más asequibles, al igual que ha sucedido con los transistores, los ordenadores y los teléfonos móviles. Es necesario presionar a los gobiernos nacionales y las instituciones de préstamos mundiales para que ayuden a proporcionar apoyo financiero y logístico para la creación de una infraestructura energética del hidrógeno. El objetivo debería ser proporcionar pilas de combustible fijas para cada barrio y aldea del mundo en vías de desarrollo.
La era de los combustibles fósiles trajo consigo una infraestructura energética fuertemente centralizada, y con ella, una infraestructura económica que favorecía a unos pocos frente a la mayoría. Ahora, en la cúspide de la Era del Hidrógeno, es posible imaginar una infraestructura energética descentralizada, el tipo de infraestructura que podría respaldar la democratización de la energía y permitir a los individuos, a las comunidades y a los países reivindicar su independencia.
Al redistribuir la energía a todos en general, será posible establecer las condiciones para un reparto verdaderamente equitativo de las riquezas de la Tierra. Ésta es la esencia de la política de la reglobalización de abajo arriba.
La economía del hidrógeno está a la vista. La rapidez con que lleguemos a ella dependerá de lo decididos que estemos a abandonar el petróleo y los otros combustibles fósiles. ¿A qué estamos esperando?
Jeremy Rifkines autor de La economía del hidrógeno: la creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la Tierra, Paidós, 2002, y presidente de la Fundación sobre Tendencias Económicas de Washington DC.
Jeremy Rifkin
Más de un año después de los atentados terroristas contra las Torres del World Trade Center y el Pentágono, el mundo es un lugar más peligroso que nunca. Y en el corazón del temor colectivo que sigue atenazando a la especie humana se encuentra la lucha por controlar el petróleo, el recurso vital sin el cual nuestra economía global y nuestra sociedad moderna dejarían de existir.
Los expertos señalaban que nos quedaba petróleo barato y disponible para unos cuarenta años aproximadamente. Ahora, sin embargo, algunos de los geólogos petrolíferos más importantes del mundo insinúan que la producción mundial de petróleo podría alcanzar su techo y comenzar un drástico descenso mucho antes, ya a finales de esta década, poniendo por las nubes el precio del crudo.
El combustible eterno. Mientras que la era de los combustibles fósiles está entrando en sus últimos años, está naciendo un nuevo sistema energético que tiene el potencial de remodelar radicalmente la civilización. El hidrógeno es el elemento más básico y ubicuo del universo. Es el material de las estrellas y de nuestro Sol y, cuando se aproveche adecuadamente, será el 'combustible eterno'. Nunca se acaba y no produce emisiones nocivas de CO2 al quemarse; sus únicos subproductos son el calor y el agua pura. Estamos en los albores de una nueva economía, movida mediante hidrógeno, que cambiará básicamente la naturaleza de nuestros mercados e instituciones sociales y políticas, de la misma forma que lo hicieron el carbón y la energía de vapor al comienzo de la Era Industrial.
El hidrógeno se encuentra en todos los lugares del planeta, en el agua, en los combustibles fósiles y en todo lo que vive. Pero raras veces existe flotando libremente en la naturaleza; hay que extraerlo de fuentes naturales. En la actualidad, casi la mitad del hidrógeno que se produce en el mundo se obtiene del gas natural a través de un proceso de conversión con vapor. Aunque la utilización del vapor para convertir el gas natural ha demostrado ser la forma más barata de producir hidrógeno comercial, el gas natural es un hidrocarburo y emite CO2 en el proceso de conversión. Además, es probable que la producción mundial de gas natural alcance su techo en algún momento entre 2020 y 2030, y creará una segunda crisis de energía que le pisará los talones a la crisis del petróleo.
Sin embargo, hay otra forma de producir hidrógeno sin utilizar combustibles fósiles en el proceso. Se podrían aprovechar fuentes renovables de energía -eólicas, fotovoltaicas, hídricas, geotérmicas, de biomasa- para producir electricidad. La electricidad, a su vez, se puede utilizar, mediante un proceso llamado electrólisis, para separar el hidrógeno y el oxígeno del agua. El hidrógeno puede ser luego almacenado en una célula energética, una pila electroquímica para generar electricidad que produzca energía, luz y calor, y ser utilizado cuando se necesite. La gente pregunta a menudo para qué producir electricidad dos veces, primero para conseguir electricidad para el proceso de electrólisis y luego otra vez para generar energía, calor y luz mediante una célula de combustible. La razón es que la electricidad no se almacena. De modo que si el Sol no brilla, o el viento no sopla, o el agua no fluye, no se puede generar electricidad y la actividad económica se detendría en seco. El hidrógeno es una forma de almacenar fuentes renovables de energía para garantizar un abastecimiento permanente y continuo de energía para la sociedad.
Por consiguiente, es realmente una cuestión de costes. La energía eólica, hídrica y de biomasa ya tienen un coste competitivo en muchas partes del mundo y pueden emplearse para generar electricidad para el proceso de electrólisis. Sin embargo, los costes de la energía fotovoltaica y geotérmica siguen siendo altos y tendrán que bajar considerablemente para hacer que sea competitivo el proceso de conversión del gas natural mediante vapor en la producción de hidrógeno.
Compartir la energía entre iguales. Ahora mismo se están introduciendo pilas comerciales que utilizan el hidrógeno como combustible para uso doméstico, comercial e industrial. Los principales fabricantes de automóviles han gastado más de 2.000 millones de dólares en el desarrollo de coches, autobuses y camiones de hidrógeno, y se espera que los primeros vehículos producidos en serie estén en la carretera dentro de sólo unos años.
La economía del hidrógeno posibilita una enorme redistribución del poder, con consecuencias trascendentales para la sociedad. El actual flujo de energía centralizado desde arriba, controlado por las empresas petrolíferas y las empresas de servicios, quedará obsoleto. En la nueva era, todo ser humano podrá convertirse en productor además de consumidor de su propia energía, la denominada 'generación distribuida'. Cuando millones de usuarios finales conecten sus pilas de combustible a Redes de Energía de Hidrógeno [HEW, siglas en inglés] locales, regionales y nacionales, utilizando los mismos principios de diseño y tecnologías inteligentes que han hecho posible la Red Mundial [World Wide Web], podrán comenzar a compartir energía -entre iguales-, creando una nueva forma descentralizada de su uso.
En la economía del hidrógeno, hasta el automóvil será una 'central eléctrica con ruedas', con una capacidad generadora de 20 kilovatios. Dado que el coche medio está aparcado la mayor parte del tiempo, se podrá enchufar, durante el tiempo que no se utilice, a la casa, a la oficina o a la principal red interactiva de electricidad, y proporcionar electricidad extra a la red. Con que sólo el 25% de los conductores utilizasen sus coches como centrales eléctricas para devolver energía a la red, se podrían eliminar todas las centrales eléctricas del país.
Las empresas eléctricas tendrán que aceptar la realidad de que millones de operadores locales, que generen electricidad sobre el terreno a partir de pilas de combustible, pueden producir más energía y más barata que las actuales centrales eléctricas gigantescas. Cuando los usuarios finales se conviertan también en productores de su energía, las actuales centrales eléctricas podrán cambiar de papel y convertirse en 'centrales eléctricas virtuales', que fabriquen y comercialicen pilas de combustible, agrupen servicios energéticos y coordinen el flujo de energía por las actuales redes eléctricas.
El hidrógeno tiene el potencial de poner fin a la dependencia que el mundo tiene del petróleo importado y de ayudar a difuminar el peligroso juego geopolítico que se está dando entre los militantes musulmanes y los países occidentales. Reducirá drásticamente las emisiones de dióxido de carbono y mitigará los efectos del calentamiento global. Y dado que es tan abundante y existe en todas las partes del mundo, todos los seres humanos dispondrán de energía, convirtiéndose en el primer sistema energético verdaderamente democrático de la historia.
Energía para los pobres. Increíblemente, el 65% de la población del mundo no ha hecho una sola llamada de teléfono, y un tercio de la especie humana no tiene acceso a la electricidad ni a ninguna otra forma de energía comercial. La disparidad entre los conectados y los no conectados es profunda y amenaza con volverse todavía más pronunciada a lo largo de los próximos cincuenta años, teniendo en cuenta que está previsto que la población aumente de los actuales 6,2 mil millones a 9 mil millones. La mayor parte del aumento de población tendrá lugar en el mundo en vías de desarrollo, donde se concentra la pobreza. La falta de acceso a la energía, y especialmente a la electricidad, es un factor clave en la perpetuación de la pobreza en el mundo. Por el contrario, el acceso a la energía significa más oportunidades económicas. En Suráfrica, por ejemplo, por cada 100 hogares dotados de electricidad se crean entre 10 y 20 empresas nuevas. La electricidad libera a la mano de obra humana de las tareas de supervivencia diarias. En los países pobres en recursos, el solo hecho de encontrar suficiente leña o estiércol para calentar una casa o cocinar los alimentos puede suponer varias horas al día. La electricidad proporciona energía para manejar el equipo agrícola, poner en funcionamiento pequeñas fábricas y talleres de artesanía e iluminar hogares, escuelas y empresas.
Hoy en día, el uso per cápita de energía en todo el mundo en vías de desarrollo es sólo una quinceava parte del consumo en EE UU. La media global per cápita para todos los países es sólo una quinta parte del nivel en Estados Unidos.
La única forma de sacar a millones de personas de la pobreza es realizar el cambio a un sistema energético basado en el hidrógeno -utilizando fuentes renovables y tecnologías para producir hidrógeno- y crear redes energéticas de generación distribuida que puedan conectar a las comunidades de todo el mundo. Para acortar las diferencias entre los ricos y los pobres en primer lugar es necesario estrechar las diferencias entre los conectados y los desconectados.
Según vaya disminuyendo el precio de las pilas de combustible y de los aparatos eléctricos que las acompañan gracias a las innovaciones y a la economía de escala, resultarán cada vez más asequibles, al igual que ha sucedido con los transistores, los ordenadores y los teléfonos móviles. Es necesario presionar a los gobiernos nacionales y las instituciones de préstamos mundiales para que ayuden a proporcionar apoyo financiero y logístico para la creación de una infraestructura energética del hidrógeno. El objetivo debería ser proporcionar pilas de combustible fijas para cada barrio y aldea del mundo en vías de desarrollo.
La era de los combustibles fósiles trajo consigo una infraestructura energética fuertemente centralizada, y con ella, una infraestructura económica que favorecía a unos pocos frente a la mayoría. Ahora, en la cúspide de la Era del Hidrógeno, es posible imaginar una infraestructura energética descentralizada, el tipo de infraestructura que podría respaldar la democratización de la energía y permitir a los individuos, a las comunidades y a los países reivindicar su independencia.
Al redistribuir la energía a todos en general, será posible establecer las condiciones para un reparto verdaderamente equitativo de las riquezas de la Tierra. Ésta es la esencia de la política de la reglobalización de abajo arriba.
La economía del hidrógeno está a la vista. La rapidez con que lleguemos a ella dependerá de lo decididos que estemos a abandonar el petróleo y los otros combustibles fósiles. ¿A qué estamos esperando?
Jeremy Rifkines autor de La economía del hidrógeno: la creación de la red energética mundial y la redistribución del poder en la Tierra, Paidós, 2002, y presidente de la Fundación sobre Tendencias Económicas de Washington DC.
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